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El poema Decía la niña mía
Cuando estaba el agua lejos
yo me moría de sed,
ahora que la tengo cerca
ya no la puedo beber.
A tu manantial llegué
rebosante de ilusiones,
de pureza, de alegría
y al tropezar con tus labios,
con tus brazos, con tu cuerpo,
sentí que la niña mía,
beso a beso, paso a paso,
poco a poco se moría
y que el cristal de mi alma
en trocitos se rompía.
Nunca pude imaginar,
tal pasión, tal agonía.
¡Que me muero, que me muero!
¡decía la niña mía!
Y entre el fuego y la pasión,
otra mujer renacía,
fuerte, orgullosa, feliz
de sentir cómo sentías,
lo que querías sentir,
de saber, como sabía,
lo que no podías decir.